domingo, 17 de abril de 2011
Sermón y Lecturas del Domingo 17 de Abril de 2011
LECTURAS
Filipenses 2: 5- 11
[5] Tengan unos con otros las mismas disposiciones que estuvieron en Cristo Jesús: [6] El, siendo de condición divina, no se apegó a su igualdad con Dios, sino que se redujo a nada, [7] tomando la condición de servidor, y se hizo semejante a los hombres. Y encontrándose en la condición humana, [8] se rebajó a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte en una cruz. [9] Por eso Dios lo engrandeció y le dio el Nombre que está sobre todo nombre, [10] para que al Nombre de Jesús se doble toda rodilla en los cielos, en la tierra y entre los muertos,
Isaías 50:4-9ª
[4] El Señor Yavé me ha concedido el poder hablar como su discípulo. Y ha puesto en mi boca las palabras para fortalecer al que está aburrido. A la mañana él despierta mi mente y lo escucho como lo hacen los discípulos. [5] El Señor Yavé me ha abierto los oídos y yo no me resistí ni me eché atrás. [6] He ofrecido mi espalda a los que me golpeaban, mis mejillas a quienes me tiraban la barba, y no oculté mi rostro ante las injurias y los escupos. [7] El Señor Yavé está de mi parte, y por eso no me molestan las ofensas; por eso puse mi cara dura como piedra. y yo sé que no quedaré frustrado, [8] Aquí viene mi juez, ¿quieren meterme pleito? Presentémonos juntos, y si hay algún demandante, ¡que se acerque! [9] Si el Señor Yavé está de mi parte, ¿quién podrá condenarme? Todos se harán tiras como un vestido gastado, y la polilla se los comerá.
Mateo : 26: 14-27:66
[14] Entonces uno de los Doce, que se llamaba Judas Iscariote, se presentó a los jefes de los sacerdotes [15] y les dijo: «¿Cuánto me darán si se lo entrego?» Ellos prometieron darle treinta monedas de plata. [16] Y a partir de ese momento, Judas andaba buscando una oportunidad para entregárselo.
LA ULTIMA CENA (MC 14,12; LC 22,7; JN 13,1) [17] El primer día de la Fiesta en que se comía el pan sin levadura, los discípulos se acercaron a Jesús y le dijeron: «¿Dónde quieres que preparemos la comida de la Pascua?» [18] Jesús contestó: «Vayan a la ciudad, a casa de tal hombre, y díganle: El Maestro te manda decir: Mi hora se acerca y quiero celebrar la Pascua con mis discípulos en tu casa.» [19] Los discípulos hicieron tal como Jesús les había ordenado y prepararon la Pascua. [20] Llegada la tarde, Jesús se sentó a la mesa con los Doce. [21] Y mientras comían, les dijo: «En verdad les digo: uno de ustedes me va a traicionar.» [22] Se sintieron profundamente afligidos, y uno a uno comenzaron a preguntarle: «¿Seré yo, Señor?» [23] El contestó: «El que me va a entregar es uno de los que mojan su pan conmigo en el plato. [24] El Hijo del Hombre se va, como dicen las Escrituras, pero ¡pobre de aquel que entrega al Hijo del Hombre! ¡Sería mejor para él no haber nacido!» [25] Judas, el que lo iba a entregar, le preguntó también: «¿Seré yo acaso, Maestro?» Jesús respondió: «Tú lo has dicho.» [26] Mientras comían, Jesús tomó pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: «Tomen y coman; esto es mi cuerpo.» [27] Después tomó una copa, dio gracias y se la pasó diciendo: «Beban todos de ella: [28] esto es mi sangre, la sangre de la Alianza, que es derramada por una muchedumbre, para el perdón de sus pecados. [29] Y les digo que desde ahora no volveré a beber del zumo de cepas, hasta el día en que lo beba nuevo con ustedes en el Reino de mi Padre.» [30] Después de cantar los salmos, partieron para el monte de los Olivos. [31] Entonces Jesús les dijo: «Todos ustedes caerán esta noche: ya no sabrán qué pensar de mí. Pues dice la Escritura: Heriré al Pastor y se dispersarán las ovejas. [32] Pero después de mi resurrección iré delante de ustedes a Galilea.» [33] Pedro empezó a decirle: «Aunque todos tropiecen, yo nunca dudaré de ti.» [34] Jesús le replicó: «Yo te aseguro que esta misma noche, antes de que cante el gallo, me habrás negado tres veces.» [35] Pedro insistió: «Aunque tenga que morir contigo, jamás te negaré». Y los demás discípulos le aseguraban lo mismo.
EN EL HUERTO DE GETSEMANÍ (MC 14,26; LC 22,39) [36] Llegó Jesús con ellos a un lugar llamado Getsemaní y dijo a sus discípulos: «Siéntense aquí, mientras yo voy más allá a orar.» [37] Tomó consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo y comenzó a sentir tristeza y angustia. [38] Y les dijo: «Siento una tristeza de muerte. Quédense aquí conmigo y permanezcan despiertos.» [39] Fue un poco más adelante y, postrándose hasta tocar la tierra con su cara, oró así: «Padre, si es posible, que esta copa se aleje de mí. Pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú.» [40] Volvió donde sus discípulos, y los halló dormidos; y dijo a Pedro: «¿De modo que no pudieron permanecer despiertos ni una hora conmigo? [41] Estén despiertos y recen para que no caigan en la tentación. El espíritu es animoso, pero la carne es débil.» [42] De nuevo se apartó por segunda vez a orar: «Padre, si esta copa no puede ser apartada de mí sin que yo la beba, que se haga tu voluntad.» [43] Volvió otra vez donde los discípulos y los encontró dormidos, pues se les cerraban los ojos de sueño. [44] Los dejó, pues, y fue de nuevo a orar por tercera vez repitiendo las mismas palabras. [45] Entonces volvió donde los discípulos y les dijo: «¡Ahora pueden dormir y descansar! Ha llegado la hora y el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores. [46] ¡Levántense, vamos! El traidor ya está por llegar.»
TOMAN PRESO A JESÚS [47] Estaba todavía hablando, cuando llegó Judas, uno de los Doce. Iba acompañado de una chusma armada con espadas y garrotes, enviada por los jefes de los sacerdotes y por las autoridades judías. [48] El traidor les había dado esta señal: «Al que yo dé un beso, ése es; arréstenlo.» [49] Se fue directamente donde Jesús y le dijo: «Buenas noches, Maestro.» Y le dio un beso. [50] Jesús le dijo: «Amigo, haz lo que vienes a hacer.» Entonces se acercaron a Jesús y lo arrestaron. [51] Uno de los que estaban con Jesús sacó la espada e hirió al sirviente del sumo sacerdote, cortándole una oreja. [52] Entonces Jesús le dijo: «Vuelve la espada a su sitio, pues quien usa la espada, perecerá por la espada. [53] ¿No sabes que podría invocar a mi Padre y él, al momento, me mandaría más de doce ejércitos de ángeles? [54] Pero así había de suceder, y tienen que cumplirse las Escrituras.» [55] En ese momento, Jesús dijo a la gente: «A lo mejor buscan un ladrón y por eso salieron a detenerme con espadas y palos. Yo sin embargo me sentaba diariamente entre ustedes en el Templo para enseñar, y no me detuvieron. [56] Pero todo ha pasado para que así se cumpliera lo escrito en los Profetas.» Entonces todos los discípulos abandonaron a Jesús y huyeron.
JESÚS COMPARECE ANTE EL CONSEJO JUDÍO (MC 14,53; LC 22,54) [57] Los que tomaron preso a Jesús lo llevaron a casa del sumo sacerdote Caifás, donde se habían reunido los maestros de la Ley y las autoridades judías. [58] Pedro lo iba siguiendo de lejos, hasta llegar al palacio del sumo sacerdote. Entró en el patio y se sentó con los policías del Templo, para ver en qué terminaba todo. [59] Los jefes de los sacerdotes y el Consejo Supremo andaban buscando alguna declaración falsa contra Jesús, para poderlo condenar a muerte. [60] Pero pasaban los falsos testigos y no se encontraba nada. Al fin llegaron dos [61] que declararon: «Este hombre dijo: Yo soy capaz de destruir el Templo de Dios y de reconstruirlo en tres días.» [62] Entonces el sumo sacerdote se puso de pie y preguntó a Jesús: «¿No tienes nada que responder? ¿Qué es esto que declaran en contra tuya?» [63] Pero Jesús se quedó callado. Entonces el sumo sacerdote le dijo: «En el nombre del Dios vivo te ordeno que nos contestes: ¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios?» [64] Jesús le respondió: «Así es, tal como tú lo has dicho. Y yo les digo más: a partir de ahora ustedes contemplarán al Hijo del Hombre sentado a la derecha del Dios Todopoderoso, y lo verán venir sobre las nubes del cielo.» [65] Entonces el sumo sacerdote se rasgó las ropas, diciendo: «¡Ha blasfemado! ¿Para qué necesitamos más testigos? Ustedes mismos acaban de oír estas palabras blasfemas. [66] ¿Qué deciden ustedes?» Ellos contestaron: «¡Merece la muerte!» [67] Luego comenzaron a escupirle en la cara y a darle bofetadas, mientras otros lo golpeaban [68] diciéndole: «Mesías, ¡adivina quién te pegó!»
LAS NEGACIONES DE PEDRO (MC 14,66; LC 22,56) [69] Mientras Pedro estaba sentado fuera, en el patio, se le acercó una sirvienta de la casa y le dijo: «Tú también estabas con Jesús de Galilea.» [70] Pero él lo negó delante de todos, diciendo: «No sé de qué estás hablando.» [71] Y como Pedro se dirigiera hacia la salida, lo vio otra sirvienta, que dijo a los presentes: «Este hombre andaba con Jesús de Nazaret.» [72] Pedro lo negó por segunda vez, jurando: «Yo no conozco a ese hombre.» [73] Un poco después se acercaron los que estaban allí y dijeron a Pedro: «Sin duda que eres uno de los galileos: se nota por tu modo de hablar.» [74] Entonces Pedro empezó a proferir maldiciones y a afirmar con juramento que no conocía a aquel hombre. Y en aquel mismo momento cantó un gallo. [75] Entonces Pedro se acordó de las palabras que Jesús le había dicho: «Antes de que cante el gallo me negarás tres veces». Y saliendo fuera, lloró amargamente.
Mt. 27, 1 - 66
[1] Al amanecer, todos los jefes de los sacerdotes y las autoridades judías celebraron una reunión para decidir la manera de hacer morir a Jesús. [2] Luego lo ataron y lo llevaron para entregárselo a Pilato, el gobernador.
LA MUERTE DE JUDAS [3] Cuando Judas, el traidor, supo que Jesús había sido condenado, se llenó de remordimientos y devolvió las treinta monedas de plata a los jefes de los sacerdotes y a los jefes judíos. [4] Les dijo: «He pecado: he entregado a la muerte a un inocente.» Ellos le contestaron: «¿Qué nos importa eso a nosotros? Es asunto tuyo.» [5] Entonces él, arrojando las monedas en el Templo, se marchó y fue a ahorcarse. [6] Los jefes de los sacerdotes recogieron las monedas, pero dijeron: «No se puede echar este dinero en el tesoro del Templo, porque es precio de sangre.» [7] Entonces se pusieron de acuerdo para comprar con aquel dinero el Campo del Alfarero y lo destinaron para cementerio de extranjeros. [8] Por eso ese lugar es llamado Campo de Sangre hasta el día de hoy. [9] Así se cumplió lo que había dicho el profeta Jeremías: Tomaron las treinta monedas de plata, que fue el precio en que lo tasaron los hijos de Israel, [10] y las dieron por el Campo del Alfarero, tal como el Señor me lo ordenó.
JESÚS COMPARECE ANTE PILATO (MC 15,1; LC 23,2; JN 18,29) [11] Jesús compareció ante el gobernador, y éste comenzó a interrogarlo. Le preguntó: «¿Eres tú el rey de los judíos?» Jesús contestó: «Tú eres el que lo dice.» [12] Los jefes de los sacerdotes y las autoridades judías lo acusaban, pero Jesús no contestó nada. [13] Pilato le dijo: «¿No oyes todos los cargos que presentan contra ti?» [14] Pero Jesús no dijo ni una palabra, de modo que el gobernador se sorprendió mucho. [15] Con ocasión de la Pascua, el gobernador tenía la costumbre de dejar en libertad a un condenado, a elección de la gente. [16] De hecho el pueblo tenía entonces un detenido famoso, llamado Barrabás. [17] Cuando se juntó toda la gente, Pilato les dijo: «¿A quién quieren que deje libre, a Barrabás o a Jesús, llamado el Cristo?» [18] Porque sabía que le habían entregado a Jesús por envidia. [19] Mientras Pilato estaba en el tribunal, su mujer le mandó a decir: «No te metas con ese hombre porque es un santo, y anoche tuve un sueño horrible por causa de él.» [20] Mientras tanto, los jefes de los sacerdotes y los jefes de los judíos persuadieron al gentío a que pidieran la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús. [21] Cuando el gobernador volvió a preguntarles: «¿A cuál de los dos quieren que les suelte?», ellos contestaron: «A Barrabás.» [22] Pilato les dijo: «¿Y qué hago con Jesús, llamado el Cristo?» Todos contestaron: «¡Crucifícalo!» [23] Pilato insistió: «¿Qué ha hecho de malo?» Pero ellos gritaban cada vez con más fuerza: «¡Que sea crucificado!» [24] Al darse cuenta Pilato de que no conseguía nada, sino que más bien aumentaba el alboroto, pidió agua y se lavó las manos delante del pueblo. Y les dijo: «Ustedes responderán por su sangre, yo no tengo la culpa.» [25] Y todo el pueblo contestó: «¡Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!» [26] Entonces Pilato les soltó a Barrabás. Mandó azotar a Jesús y lo entregó a los que debían crucificarlo.
EL CAMINO DE LA CRUZ (MC 15,16; LC 23,11) [27] Los soldados romanos llevaron a Jesús al patio del palacio y reunieron a toda la tropa en torno a él. [28] Le quitaron sus vestidos y le pusieron una capa de soldado de color rojo. [29] Después le colocaron en la cabeza una corona que habían trenzado con espinos y en la mano derecha le pusieron una caña. Doblaban la rodilla ante Jesús y se burlaban de él, diciendo: «¡Viva el rey de los judíos!» [30] Le escupían en la cara, y con la caña le golpeaban en la cabeza. [31] Cuando terminaron de burlarse de él, le quitaron la capa de soldado, le pusieron de nuevo sus ropas y lo llevaron a crucificar. [32] Por el camino se encontraron con un hombre de Cirene, llamado Simón, y le obligaron a que cargara con la cruz de Jesús. [33] Cuando llegaron al lugar que se llama Gólgota (o Calvario), o sea, «calavera», [34] le dieron a beber vino mezclado con hiel. Jesús lo probó, pero no lo quiso beber. [35] Allí lo crucificaron y después se repartieron entre ellos la ropa de Jesús, echándola a suertes. [36] Luego se sentaron a vigilarlo. [37] Encima de su cabeza habían puesto un letrero con el motivo de su condena, en el que se leía: «Este es Jesús, el rey de los judíos.» [38] También crucificaron con él a dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su izquierda. [39] Los que pasaban por allí lo insultaban; movían la cabeza [40] y decían: «¡Vaya! ¡Tú que destruyes el Templo y lo levantas de nuevo en tres días! Si eres el Hijo de Dios, líbrate del suplicio y baja de la cruz.» [41] Los jefes de los sacerdotes, los jefes de los judíos y los maestros de la Ley también se burlaban de él. Decían: [42] «¡Ha salvado a otros y no es capaz de salvarse a sí mismo! ¡Que baje de la cruz el Rey de Israel y creeremos en él! [43] Ha puesto su confianza en Dios. Si Dios lo ama, que lo salve, pues él mismo dijo: Soy hijo de Dios.» [44] Hasta los ladrones que habían sido crucificados con él lo insultaban. [45] Desde el mediodía hasta las tres de la tarde todo el país se cubrió de tinieblas. [46] A eso de las tres, Jesús gritó con fuerza: Elí, Elí, lamá sabactani, que quiere decir: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» [47] Al oírlo, algunos de los presentes decían: «Está llamando a Elías.» [48] Uno de ellos corrió, tomó una esponja, la empapó en vinagre y la puso en la punta de una caña para darle de beber. [49] Los otros le decían: «Déjalo, veamos si viene Elías a salvarlo.» [50] Pero nuevamente Jesús dio un fuerte grito y entregó su espíritu.
DESPUÉS DE LA MUERTE DE JESÚS [51] En ese mismo instante la cortina del Santuario se rasgó de arriba abajo, en dos partes. [52] La tierra tembló, las rocas se partieron, los sepulcros se abrieron y resucitaron varias personas santas que habían llegado ya al descanso. [53] Estas salieron de las sepulturas después de la resurrección de Jesús, fueron a la Ciudad Santa y se aparecieron a mucha gente. [54] El capitán y los soldados que custodiaban a Jesús, al ver el temblor y todo lo que estaba pasando, se llenaron de terror y decían: «Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios.» [55] También estaban allí, observándolo todo, algunas mujeres que desde Galilea habían seguido a Jesús para servirlo. [56] Entre ellas estaban María Magdalena, María, madre de Santiago y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo.
SEPULTAN A JESÚS (MC 15,42; LC 23,50; JN 19,38) [57] Siendo ya tarde, llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también se había hecho discípulo de Jesús. [58] Se presentó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús, y el gobernador ordenó que se lo entregaran. [59] José tomó entonces el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sábana limpia [60] y lo colocó en el sepulcro nuevo que se había hecho excavar en la roca. Después hizo rodar una gran piedra sobre la entrada del sepulcro y se fue. [61] Mientras tanto, María Magdalena y la otra María estaban allí, sentadas frente al sepulcro.
ASEGURAN EL SEPULCRO [62] Al día siguiente (el día después de la Preparación de la Pascua), los jefes de los sacerdotes y los fariseos se presentaron a Pilato [63] y le dijeron: «Señor, nos hemos acordado que ese mentiroso dijo cuando aún vivía: Después de tres días resucitaré. [64] Ordena, pues, que sea asegurado el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vayan sus discípulos, roben el cuerpo y digan al pueblo: Resucitó de entre los muertos. Este sería un engaño más perjudicial que el primero.» [65] Pilato les respondió: «Ahí tienen una guardia. Vayan ustedes y tomen todas las precauciones que crean convenientes.» [66] Ellos, pues, fueron al sepulcro y lo aseguraron. Sellaron la piedra que cerraba la entrada y pusieron guardia.
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