domingo, 18 de julio de 2010
8º Domingo de Pentecostés: 18 de Julio de 2010
LECTURAS
Colosenses 1:15-28
15. El es la imagen del Dios que no se puede ver, y para toda criatura es el Primogénito,
16. porque en él fueron creadas todas las cosas, en el cielo y en la tierra, el universo visible y el invisible, Tronos, Gobiernos, Autoridades, Poderes. Todo fue hecho por medio de él y para él.
17. El existía antes que todos, y todo se mantiene en él.
18. Y él es la cabeza del cuerpo, es decir, de la Iglesia, él que renació primero de entre los muertos, para que estuviera en el primer lugar en todo.
19. Así quiso Dios que «el todo» se encontrara en él
20. y gracias a él fuera reconciliado con Dios, porque la sangre de su cruz ha restablecido la paz tanto sobre la tierra como en el mundo de arriba.
21. Ustedes mismos en otro tiempo se quedaron aparte, y con sus obras malas actuaron como rebeldes.
22. Pero con su muerte Cristo los reconcilió y los integró a su mismo ser humano mortal, de modo que ahora son santos, sin culpa ni mancha ante él.
23. Pero por supuesto, perseveren en la fe; muéstrense firmes, cimentados en ella; no se desvíen de su esperanza; tengan siempre presente el Evangelio que han oído, que ha sido predicado a toda criatura en este mundo, y del que yo Pablo he llegado a ser encargado.
24. Ahora me alegro cuando tengo que sufrir por ustedes, pues así completo en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo para bien de su cuerpo, que es la Iglesia.
25. Esta me ha sido encargada por cuanto recibí de Dios la misión de llevar a efecto entre ustedes su proyecto,
26. su plan misterioso que permaneció secreto durante siglos y generaciones. Este secreto acaba de ser revelado a sus santos.
27. Quiso darles a conocer la gloria tan grande que su plan misterioso reservaba a las naciones paganas. ¡Ustedes tienen a Cristo y esperan la Gloria!
28. A ese Cristo anunciamos cuando amonestamos a cada uno y le enseñamos la sabiduría, pues queremos que cada uno llegue a ser «perfecto» en Cristo.
Lucas 10:38-42
[38].Siguiendo su camino, entraron en un pueblo, y una mujer, llamada Marta, lo recibió en su casa. [39].Tenía una hermana llamada María, que se sentó a los pies del Señor y se quedó escuchando su palabra. [40].Mientras tanto Marta estaba absorbida por los muchos quehaceres de la casa. A cierto punto Marta se acercó a Jesús y le dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola para atender? Dile que me ayude.»
[41].Pero el Señor le respondió: «Marta, Marta, tú andas preocupada y te pierdes en mil cosas: [42].una sola es necesaria. María ha elegido la mejor parte, que no le será quitada.»
Génesis 18:1-10
[1].Yavé se presentó a Abrahán junto a los árboles de Mambré mientras estaba sentado a la entrada de su tienda, a la hora más calurosa del día. [2].Al levantar sus ojos, Abrahán vio a tres hombres que estaban parados a poca distancia. En cuanto los vio, corrió hacia ellos y se postró en tierra, [3].diciendo: «Señor mío, si me haces el favor, te ruego que no pases al lado de tu servidor sin detenerte. [4].Les haré traer un poco de agua para que se laven los pies y descansen bajo estos árboles. [5].Les haré traer un poco de pan para que recuperen sus fuerzas, antes de proseguir su viaje, pues creo que para esto pasaron ustedes por mi casa.» Ellos respondieron: «Haz como has dicho.»
[6].Abrahán fue rápidamente a la tienda, donde estaba Sara, y le dijo: «¡De prisa, tres medidas de harina! amásala y haz unas tortas.» [7].Luego él mismo corrió al potrero, tomó un ternero tierno y bueno y se lo entregó a un muchacho para que lo preparara inmediatamente. [8].Después tomó mantequilla, leche y el ternero ya cocinado y se lo presentó a ellos. El se quedó de pie a su lado, bajo el árbol, mientras comían. [9].Entonces le preguntaron: «¿Dónde está Sara, tu esposa?» El les respondió: «Está dentro, en la tienda.» [10].El otro le dijo: «Dentro de un año volveré por aquí, y para entonces Sara, tu mujer, tendrá un hijo.»
Sara estaba escuchando a la entrada de la tienda, a la espalda del que hablaba.
Comentario Génesis 18:1-10
[1] Las promesas de Dios eran para los descendientes de Abrahán: él mismo nunca vería su cumplimiento. Pero Dios da a su amigo una prueba de lo que va a realizar: Isaac nace en circunstancias milagrosas. Era de temer que los descendientes de Abrahán se creyeran superiores a los demás y pensaran ser salvados por el solo hecho de pertenecer a su raza (Lc 3,8). En realidad, Dios reconoció por herederos de Abrahán a los puros descendientes de Isaac, el hijo del milagro, el hijo de Sara, y no a sus otros hijos nacidos de mujeres esclavas. Con esto nos enseña que nadie tiene derechos sobre él por haber nacido en tal o cual familia. Sus promesas serán para nosotros si imitamos a Abrahán en su fe (Gál 4,21-31; Rom 4,13-17).
Admírese esta narración tan sencilla: Dios, con sus apariencias humanas, viene a pedirle la hospitalidad a su amigo antes de colmarlo de favores. Dios no se presenta solo, sino acompañado por dos ángeles, como para desvirtuar la imagen del Dios solitario propia de aquellos que todavía no saben del misterio de las Tres Personas divinas.
¿Por qué se ha reído Sara? (13). Lo de la risa de Sara es otra de esas explicaciones de tipo folklórico que la Biblia proporciona respecto de los nombres de lugares y de personas: pues su hijo se llamará Isaac, nombre que suena como «ha reído» en idioma hebreo.
¿Hay algo imposible para Dios? Ver Lc 1,37; 18,27; Mc 11,22.
Lucas 10:38-42
[38] En la vida de hogar hay cantidad de cosas que parecen necesarias, como limpiar, preparar la comida, cuidar de los hijos, etc. Pero si con todo eso ya no queda tiempo para escuchar a los demás, ¿de qué vale esa vida? Hacemos quizás muchas cosas necesarias para el servicio de Dios y del prójimo, y sin embargo, una sola es necesaria para todos: escuchar a Cristo cuando se hace presente.
A Marta no le queda tiempo para estar con Jesús. Jesús da la paz, y no lo recibe quien no lo espera en la paz. Hay una manera de servir y de trabajar febrilmente, en el hogar o en la comunidad, que deja al hombre vacío, y sin embargo Jesús quiere que lo encontremos en nuestro quehacer diario.
También nuestra oración podría ser una manera de estar agitado como Marta, cuando alguien se inquieta buscando sus rezos, cuando va multiplicando las palabras, exponiendo cien veces al Señor sus inquietudes, cuando el responsable de la celebración se pone nervioso, preocupado de que el canto o la homilía salgan perfectos...
Orar es tomarse el tiempo para escuchar, para meditar en silencio la palabra de Dios, es acallar nuestros deseos para no poner más atención que en Dios, que está presente secretamente, y para unirnos a su voluntad. ¡Qué raro! En ciertas religiones no cristianas la gente aprende a poner su espíritu en paz y silencio, alcanzando una verdadera serenidad, mientras nosotros a veces entramos a la oración con todas nuestras preocupaciones vanas, y después nos vamos de nuevo con ellas.
María se sentó a los pies del Señor. Es la actitud tradicional del discípulo, sentado a los pies de su maestro. María escucha junto con los discípulos que la acompañan. Jesús no daba a cada momento instrucción religiosa, pero siendo él La Palabra de Dios, todo lo que dijera era portador de Dios. María se sentía bien allí, y también sabía que su presencia no desagradaba a Jesús.
María ha elegido la mejor parte. Ella no hizo más que seguir su instinto, pero Jesús ve más lejos. El no estará allí por mucho tiempo, y de todas maneras, su presencia entre nosotros es siempre breve. María supo aprovechar esos breves momentos en que Jesús podía ser de ella y ella para él, escuchándolo.
Colosenses 1:15-28
[1] Pablo, según su costumbre, elogia a sus lectores. En realidad, la razón de escribirles es la información que le dio Epafras sobre las inquietudes de los colosenses.
Epafras, de quien habla, es un hombre de Colosas. Cuando Pablo organizaba la evangelización de la provincia de Efeso (ver Hechos 19,26 y 20,4), no iba a cada ciudad, sino que enviaba a sus ayudantes. Epafras de Colosas había empezado a formar comunidades en Colosas, y después en las ciudades vecinas de Laodicea y de Hierápolis (ver Col 4,13). El, pues, fue a Roma a informar a Pablo de las dificultades que se habían presentado.
Su fe..., su caridad..., como esperan. Pablo agrupa siempre esas tres fuerzas cristianas: creer, amar, esperar. En el mundo cristiano recibirán el nombre de «virtudes» (es decir fuerzas) «teologales», es decir, que se dirigen directamente a Dios. Las tres van juntas o fallan juntas. Pero aquí Pablo destaca la esperanza como la fuerza que anima la fe y el amor.
De partida, Pablo deja la fe cristiana fuera de concurso: el Evangelio ha sido ya predicado y se ha extendido por todo el mundo (6), lo que era hablar con mucho optimismo. La fe nos abre el camino del verdadero conocimiento, lo que buscaban justamente los colosenses: ver Introducción. Por esa fe, Dios nos ha instalado ya en el reino de la Luz.
Nos trasladó al reino de su Hijo (13). Pablo responde a los colosenses, que se preocupan por un mundo invisible de fuerzas sobrenaturales en que los poderes luminosos están en lucha con los de lastinieblas (ver Introducción y Ef 1,21). Pablo elimina todas esas especulaciones al decir que no hay más que un poder de las tinieblas, y el reino de Cristo.
Pablo expresa que los ángeles o Poderes invisibles (16), ya estén mencionados en la Biblia, o bien ocupen el primer lugar en los cuentos gnósticos, no son nada en comparación de Cristo. Pues los gnósticos lo veían como uno más entre los agentes de una aventura creadora en la que faltaba un verdadero Creador. Tampoco es uno de los salvadores en la historia humana. Pues no hay más que un Creador, y en El está Cristo. Ver lo mismo en Hebreos 1.
En Gálatas 4,1-5 Pablo reconoció que la historia de la humanidad había sido marcada profundamente por fuerzas naturales o sociales que no precisaba, pero también sostenía que, desde la resurrección de Jesús, es él quien tiene en sus manos todo el movimiento de la historia (como en Ap 5,3-5). Esto puede extrañar a quienes creen que toda la historia está en manos de los hombres. Si bien tienen razón en cierto sentido, no deben olvidar al Primogénito, que ya llegó al término de la historia, y del cual decimos que es el Señor de la historia (Fil 2,11).
El es la imagen del Dios que no se puede ver. No vamos a pensar que Dios tiene forma humana más allá de las nubes, y que Jesús es su imagen, pues si bien el hombre fue creado a imagen de Dios, Dios en cambio no es a imagen del hombre. Pero Cristo fue entre nosotros imagen del Padre y de su misericordia. Y sus acciones nos revelan la manera de pensar y de actuar de Dios. Ya antes de ser hombre, el Hijo de Dios existía en Dios, como la eterna e invisible imagen del Dios eterno e invisible, la irradiación de la Gloria del Padre (Heb 1,2), la Expresión o Palabra de Dios (Jn 1,1).
Y para toda creatura es el Primogénito. Tomemos este término en el sentido bíblico. El primogénito no sólo es el primero de una serie, sino que, además, ocupa un puesto aparte. Por su naturaleza humana, Cristo es judío de Galilea, descendiente de David. Pero su persona se arraiga en Dios y, por eso, se presenta entre nosotros como el modelo y el primogénito, no sólo de los hombres, sino de todo lo creado.
Dios quiso que «el todo» se encontrara en él, que es como el puente entre Dios y el universo. El todo de Dios está en él para ser comunicado al universo, y el todo del universo se encontrara en él, cuando todos los hombres se hayan reconciliado y reunido en él.
Todo fue hecho por medio de él: Jn 1,1 y Heb 1,2.
Él que renació primero de entre los muertos. Pablo dice más exactamente: «él que es las primicias» (como en 1 Cor 15,23). Vino no sólo para darnos el perdón de nuestros pecados, sino para una «Pascua», un pasaje de la muerte a la vida. Y su resurrección, después de su total abandono al Padre, era el paso necesario para que nosotros también conociéramos la resurrección.
Que todo fuera reconciliado con Dios. La obra de Cristo es presentada a la vez como reconciliación entre los hombres (2 Cor 5,17-21), y reconciliación de la creación entera.
[21] Pablo pide a los colosenses que no se pierdan en las nubes. Que no pierdan el tiempo imaginando luchas entre seres celestiales buenos y malos, pues el combate se sitúa aquí abajo y hay que dejar en él la sangre y la vida. Por eso Pablo recuerda a sus lectores todo lo que sufre por el Evangelio.
Su ser humano mortal es el lugar donde se conquista la paz de todos los hombres con Dios y entre sí (Ef 2,11).
Santos, sin culpa ni mancha ante él (22): ver comentario de Ef 5,26.
Completo lo que falta a los sufrimientos de Cristo. Después de la muerte de Cristo faltaría algo en la salvación del mundo si sus seguidores y sus apóstoles no encontraran, a su vez, pruebas y sufrimientos. Trabajar por la Iglesia es sufrir por la Iglesia. Trabajar para que reine la justicia es sufrir por la justicia.
Su plan misterioso: ver en Ef 3,5. No olvidemos que, en aquel tiempo, nadie pensaba en un destino común de los hombres. Pablo se asombra de la generosidad de Dios, cuyas promesas son para todos los pueblos sin distinción (27). Nos ofrece nada menos que su Gloria, o sea, todo lo infinito que brota de él mismo.
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