domingo, 6 de mayo de 2012

Sermón y Lecturas del Quinto Domingo de Pascua 2012


LECTURAS

Hechos 8: 26-40
[26] Un ángel del Señor se presentó a Felipe y le dijo: «Dirígete hacia el sur, por el camino que baja de Jerusalén a Gaza; no pasa nadie en esos momentos.» [27] Felipe se levantó y se puso en camino. Y justamente pasó un etíope, un eunuco de Candaces, reina de Etiopía, un alto funcionario al que la reina encargaba la administración de su tesoro. Había ido a Jerusalén a rendir culto a Dios, [28] y ahora regresaba, sentado en su carro, leyendo al profeta Isaías. [29] El Espíritu dijo a Felipe: «Acércate a ese carro y quédate pegado a su lado.» [30] Y mientras Felipe corría, le oía leer al profeta Isaías. Le preguntó: «¿Entiendes lo que estás leyendo?» [31] El etíope contestó: «¿Cómo lo voy a entender si no tengo quien me lo explique?» En seguida invitó a Felipe a que subiera y se sentara a su lado. [32] El pasaje de la Escritura que estaba leyendo era éste: Fue llevado como oveja al matadero, como cordero mudo ante el que lo trasquila, no abrió su boca. [33] Fue humillado y privado de sus derechos. ¿Quién podrá hablar de su descendencia? Porque su vida fue arrancada de la tierra. [34] El etíope preguntó a Felipe: «Dime, por favor, ¿a quién se refiere el profeta? ¿A sí mismo u a otro?» [35] Felipe empezó entonces a hablar y a anunciarle a Jesús, partiendo de este texto de la Escritura. [36] Siguiendo el camino llegaron a un lugar donde había agua. El etíope dijo: «Aquí hay agua. ¿Qué impide que yo sea bautizado?» ([37] Felipe respondió: «Puedes ser bautizado si crees con todo tu corazón.» El etíope replicó: «Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios.») [38] Entonces hizo parar su carro. Bajaron ambos al agua y Felipe bautizó al eunuco [39] Apenas salieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe y el etíope no volvió a verlo. Prosiguió, pues, su camino con el corazón lleno de gozo. [40] En cuanto a Felipe, se encontró en Azoto y salió a evangelizar uno tras otro todos los pueblos hasta llegar a Cesarea.


1 Juan 4:7-21
[7] Queridos míos, amémonos unos a otros, porque el amor viene de Dios. Todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. [8] El que no ama no ha conocido a Dios, pues Dios es amor. [9] Miren cómo se manifestó el amor de Dios entre nosotros: Dios envió a su Hijo único a este mundo para que tengamos vida por medio de él. [10] En esto está el amor; no es que nosotros hayamos amado a Dios, sino que él nos amó primero y envió a su Hijo como víctima por nuestros pecados. [11] Queridos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos mutuamente. [12] A Dios no lo ha visto nadie jamás, pero si nos amamos unos a otros, Dios está entre nosotros y su amor da todos sus frutos entre nosotros. [13] Y ¿cómo sabemos que permanecemos en Dios y él en nosotros? Porque nos ha comunicado su Espíritu. [14] Pero también hemos visto nosotros, y declaramos, que el Padre envió a su Hijo como Salvador del mundo. [15] Quien reconozca que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él y él en Dios. [16] Por nuestra parte, hemos conocido el amor que Dios nos tiene, y hemos creído en él. Dios es amor: el que permanece en el amor, permanece en Dios y Dios en él. [17] Cuando el amor alcanza en nosotros su perfección, miramos con confianza al día del juicio, porque ya somos en este mundo como es El. [18] En el amor no hay temor. El amor perfecto echa fuera el temor, pues hay temor donde hay castigo. Quien teme, no conoce el amor perfecto. [19] Amemos, pues, ya que él nos amó primero. [20] Si uno dice «Yo amo a Dios» y odia a su hermano, es un mentiroso. Si no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve. [21] Pues este es el mandamiento que recibimos de él: el que ama a Dios, ame también a su hermano.


Juan 15:1-8
YO SOY LA VID: PRODUZCAN FRUTOS EN MÍ [1] «Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el labrador. [2] Toda rama que no da fruto en mí, la corta. Y toda rama que da fruto, la limpia para que dé más fruto. [3] Ustedes ya están limpios gracias a la palabra que les he anunciado, [4] pero permanezcan en mí como yo en ustedes. Una rama no puede producir fruto por sí misma si no permanece unida a la vid; tampoco ustedes pueden producir fruto si no permanecen en mí. [5] Yo soy la vid y ustedes las ramas. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, pero sin mí, no pueden hacer nada. [6] El que no permanece en mí lo tiran y se seca; como a las ramas, que las amontonan, se echan al fuego y se queman. [7] Mientras ustedes permanezcan en mí y mis palabras permanezcan en ustedes, pidan lo que quieran y lo conseguirán. [8] Mi Padre es glorificado cuando ustedes producen abundantes frutos: entonces pasan a ser discípulos míos.

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